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La rinoplastia y la negociación de la apariencia física

Una de las funciones más importantes de la cara es la de presentarnos y reconocernos como seres humanos. Y qué duda cabe que la nariz, por estar en el centro de la cara, imprime un carácter muy específico al resto de las facciones. La nariz es una característica genuinamente humana, y resulta un rasgo netamente diferenciador con respecto a nuestros primos los chimpances y gorilas. Así que junto con la mayor capacidad cerebral, la posición erguida y la capacidad de oponer el pulgar a los demás dedos, la nariz nos hace humanos. El tamaño y forma de la nariz va a decir mucho a los demás de qué tipo de humanos somos.

Están las narices pequeñas. Están las narices grandes; y las finas, y las bulbosas, y las rectas, y las torcidas. La nariz está en el centro de la cara, y a lo largo de la vida se ve expuesta a los rigores vitales: a los golpes, a las infecciones, al paso de aire con más o menos dificultad, pero también a la presión de los músculos masticatorios sobre el esqueleto facial.

"El tamaño y la forma de la nariz dice mucho a los demás de qué tipo de humanos somos"

Justa o injustamente, la forma y tamaño de la nariz crean una impresión en los demás y en uno mismo. Y muchas veces es una impresión sutil. Cuántas veces se juzga de alguién que no es de fiar, o que es agresivo, o que es huidizo, sin saber muy bien porqué. Y muchas veces ese porqué viene influenciado por la nariz.

La nariz excesivamente pequeña transmite una sensación de pobreza. Una nariz grande da un aspecto expansivo a la cara, quizá generoso, quizá rudo. Las narices aguileñas dan cierto aire rapaz. Una nariz con piel fina transmite esa “fineza” a la persona, de la misma manera que una nariz de piel gruesa, o con las estructuras anatómicas poco definidas, da cierta idea de falta de elegancia. Una nariz torcida y achatada nos remite directamente a un boxeador, o a alguien que se mete en problemas....

Es cierto que estas características son muy sutiles. Cuando vemos por primera vez a una persona recibimos toda la información de golpe. Las personas, en general, reciben todos los estímulos visuales sobre los demás, y muchas veces no individualizan los defectos que resultan muy evidentes a los expertos.

Cuando una persona se plantea una cirugía estética sobre la nariz, la situación cambia bastante. La persona se ha mirado mucho, de frente, de medio lado, de perfil (con ayuda de un espejo, o haciéndose un “selfie”). Incluso desde abajo. El paciente que solicita información sobre la cirugía de la nariz suele tener una idea bastante más clara de los problemas que tiene su propia nariz. Y, sin embargo, durante la entrevista es muy frecuente que el criterio del paciente no coincida con el del cirujano. Por ejemplo, con cierta frecuencia los pacientes con “caballete” nasal pronunciado no son conscientes de que parte de la deformidad puede deberse a una punta nasal demasiado pequeña, y no tanto a una nariz más grande de lo normal. Otro tanto ocurre con los pacientes con caballete y mentón pequeño. El tamaño de la nariz y el tamaño del mentón deben estar en equilibrio para que la cara se vea armoniosa. Pero el mentón es a veces injustamente olvidado en la cirugía de la nariz. Puede ser más interesante reducir sólo discretamente el tamaño de la nariz y a la vez aumentar el tamaño del mentón. Se consigue así un equilibrio correcto entre las partes, sin dejar al paciente con una nariz ridículamente pequeña.

"El mentón debe estar en equilibio con la nariz para lograr una cara armoniosa"

Como ese ejemplo hay muchas situaciones en las que la principal preocupación del paciente no coincide exactamente con el criterio del médico. Esto no significa que el médico ignore al paciente. Significa que el médico tiene como tarea transmitir al paciente que, para conseguir el resultado visual que el paciente pide, es recomendable hacer modificaciones del resto de la nariz, o del resto de la cara, que a priori pueden resultar algo complicadas de entender. El cirujano no debe ser nunca un “despachador” de operaciones a criterio exclusivo del paciente. Debe ser un profesional que guíe al paciente hacia la mejor solución para su problema, y que complemente la idea que trae el paciente a la consulta.

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